miércoles, 6 de enero de 2010

Si paseas a la noche

Si paseas a la noche por los pórticos de madera del barrio francés de Nueva Orleans, verás vampiros. Muchachos solitarios vestidos de negro, con largas cabelleras lacias hasta la cintura, capas, botas, cinturones de calavera y maquillaje blanco. Antes, si sólo eres turista, habrás visitado los mercados del vudú: pequeñas tiendas recatadas donde inquietarse con las patas de gallina, las cabezas humanas reducidas o los escrotos disecados de toro. Y adivinar qué sucederá en los locales donde sólo los iniciados tienen entrada.

De día, el paseo te revelará las hermosas balconadas de hierro colado de estilo español, las calles con la historia de mil conquistas e incendios en apenas pocos cientos de años de historia, las viejas casas inclinadas donde salas de conciertos animarán con el jazz inacabable las tardes sudorosas. Sudarás porque en Nueva Orleans todo es caluroso e inquietante. Comerás extrañas sopas y pescados criollos y cocina cajún, donde el picante se llevará el olor de un marisco que ya no viene del Mississippi. El río, sus barcos de ruedas, su sucia inmensidad y olor, algo lejanos, no se sienten desde el centro. El Mississippi vive debajo de la ciudad. Por ello los cementerios se construyen sobre tierra, para que no arrastre una vez más los cadáveres. Y así verás, y tocarás, y dejarás tus relicarios, en las tumbas de las reinas del vudú o en los panteones de Easy Rider. Leerás en las lápidas la historia de la ciudad junto a la estatua de Louis Armstrong.

En Nueva Orleans hay todavía tiendas de muñecas de porcelana, y al abrir la puerta de madera para entrar, parecen crujir la ciudad entera y tu propia vida. En Nueva Orleans hay todavía muchachos negros ahitos de drogas que piden dinero bailando claqué sobre las alcantarillas o tocando la trompeta. En Nueva Orleans está Bourbon Street, donde, con el Mardi Gras de carnaval, verás conciertos, disfraces, beberás en la calle, entrarás en los peepshows, y las muchachas y los muchachos se desnudarán por un rosario de cuentas lanzado desde los balcones por la masa masculina bebida y descerebrada.

Se diría que la mayor vida de Nueva Orleans la otorga la presencia de la muerte. Larga vida, pues, a la ciudad más extraña de la América impenetrable del Sur. La ciudad de Ignatius J. Reilly y Louis du Pont du Lac.

Crónica publicada en Aux Magazine #11 (feb/mar 2005)
Viaje realizado en febrero de 2001.

Foto: Michael Terranova