miércoles, 17 de agosto de 2011

Como en un teatro (y iv)


Ya sabíamos que los nórdicos, sobre todo los noruegos, son los reyes del negocio de los cruceros. Algo que seguramente parte de la ventaja de sus costas escarpadas, de fiordos e islas perdidas, pero con un buen fondo navegable. En Estocolmo hay multitud de muelles de salida de barcos, y entre ellos están estos gigantes que pueden incluso llegar a formar una línea de espera en la salida como en una autopista o una pista de aeropuerto. Yo vi el show a la tarde, supongo que porque hacen noche en mar camino de puertos cercanos del Báltico como Turku, Tallin, San Petersburgo o Copenhague. Recordé dos libros recientes, magníficos ambos, sobre o con cruceros: Algo supuestamente divertido que no volveré a hacer, de David Foster Wallace (cuyo título lo dice todo, que es divertidísimo, y encima es cortito y cuesta medio real), y Las correcciones, de Jonathan Franzen (que es un tochón que va de mil cosas más, pero que tiene un estupendérrimo episodio en un crucero de lujo)





El suntuoso interior de la sinagoga de Estocolmo es el mejor sitio para que los judíos suecos hablen de la neutralidad sueca durante la Segunda Guerra Mundial, y las luces y sombras de su actitud ante el holocausto. Almacenan algún Schindler en su historia, y fueron refugio de muchos que huyeron de la solución final, pero les costó tiempo darse cuenta y no fueron demasiado comprensivos con algunos vecinos judíos... Hoy en día sus problemas en Suecia parecen en principio banales: el gobierno no les deja practicar la circuncisión sin presencia de un médico sueco, el gobierno les prohíbe la matanza de animales vivos y degollados para conseguir la carne según sus ritos... Pero lo que más les preocupa es el neonazismo y el racismo ante la inmigración, que en Suecia es fundamentalmente eslava, pero que como es costumbre, ya de paso afecta también a los judíos.


Semejante manera de promocionar los productos de merchandising del museo de la Universidad de Uppsala indica que sí, en efecto, los suecos tienen sentido del humor.

En el Museo Gustaviana, parte de ese entramado universitario de la ciudad de Linneo o Bergman, hay una no fotografiable sala de disecciones, uno de los primeros lugares donde se realizaron prácticas de este tipo sobre humanos con fines científicos/educativos. Pero no podía diseccionarse a cualquiera. No era honroso diseccionar mujeres (todos eran hombres entre los asistentes). Tampoco hombres que hubieran muerto en gloria de Dios, ya que éstos tenían derecho a pasar la eternidad íntegros. Tenían que ser ajusticiados o suicidados, gente no preparada para dormir en tierra bendita por los siglos de los siglos. Completado el experimento, una vez enseñadas sus vísceras, se consideraba que los dueños de dichos cadáveres habían cumplido con la sociedad, y entonces sí podían enterrarse en cristiano el cementerio.


Como supongo que no es normal que en siete días en Suecia vea hasta tres exposiciones y/o reuniones y/o exhibiciones de coches americanos de los cincuenta, perfectamente cuidados, y mostrados por seres de la raza humana dotados de muchos kilos, ropas de cuero, y bigotes de vikingo o bien voluptuosos labios rojos, tengo que pensar que la afición es grande por allá a estos aparatejos. La afición sin que falte la pasta que conlleva mantenerlos así. Verlos circular repentinamente y sin aviso, sin estar en manada, por las calles de Estocolmo, es una de esas sorpresas mágicas que a veces depara eso de mirar y ver lo que no ven los que están demasiado cerca.

Y no hacen las cosas en cualquier sitio, no. En la foto, el parlamento sueco está a la derecha, y a la izquierda se ve el palacio real y la torre de la catedral.




El Kungliga Dramatiska Teatern, más conocido como Dramaten, está en el centro de Estocolmo, como en las viejas y señeras capitales europeas: cerca de la Ópera, a un paseíto del palacio real, no muy lejos de ministerios, sedes del gobierno, parlamentos, otros edificios oficiales. No es que interese por eso, ni que sus dorados del exterior lo hagan especialmente atractivo. Es que es la casa en que mandó Ingmar Bergman durante 40 años. Que fue director de cine y televisión y guionista y ganó tres Oscar y eso le dio fama y tal, pero lo que le ponía era el teatro, tradición muy amada en Suecia (como dato absurdo, ahí está Henning Mankell, el muy sueco escritor de las aventuras del inspector Wallander, que es a la vez director del teatro nacional de Mozambique y yerno de Ingmar). El Dramaten se supone decorado con cierta gradilocuencia neoclásica y mucho atrezzo de viejas obras, pero no pude visitarlo: lo intenté un 20 de agosto y ya regía el horario de invierno. Sólo se podía visitar bajo guía los sábados a las tres...

El Dramaten, como medio Estocolmo, se ha quemado alguna que otra vez. Algunas de las esculturas usadas como atrezzo se salvaron y acabaron decorando una estación cercana de metro, que es absurdamente pop gracias a ello.

El funeral de Ingmar Bergman tuvo lugar dos días antes de intentar visitar el Dramaten.




Viaje realizado en agosto de 2007

jueves, 11 de agosto de 2011

Tumbas y susurros (iii)


La memoria visual que tenemos de los barcos de la antigüedad, la que proviene de las películas, suele ser la de barcos de madera sin más. Por lo que vi en el museo Vasa, parece que sin embargo era muy común que los barcos se pintasen de brillantes colores y que vistiesen con ellos la multitud de relieves y esculturas que podían llegar a adornar goletas, carabelas y otros futuros pecios. En el casco recuperado del Vasa han llegado a pintar sobre el mismo barco una zona, con sus tritones y nereidas. Las figuras mitológicas, las figuras históricas y diferentes símbolos podían pintarse de colores agresivos (los de la foto se supone que siguen los modelos usados en 1628, pero no hay seguridad total de ello) para intimidar a los posibles enemigos. El barco entero pintado de esta guisa debía ser algo de lo más fashion, desde luego. ¿Intimidatorio? Bueno, no sé, eran otros tiempos..






Aunque Linneo no quiso ser ministro de Dios, seguir la profesión del padre era la costumbre casi obligatoria de la época. Al parecer, el padre se disgustó mazo, pero curiosamente Linneo no aplicó la misma libertad con su hijo. Linneo hijo heredó finalmente la cátedra de su padre en la universidad de Uppsala, y parece que aunque sus conocimientos no eran pocos después de años de vivir bajo el paraguas del famoso médico y botánico, el chico no debió de heredar su cerebro ni brillantez. Y en la cátedra no duró mucho: Linneo hijo murió sólo 5 años más tarde que su padre. Dicen las hagiografías que Linneo vivió preocupado toda su vida por que a su muerte a su familia no le faltara nada. Su casa en Uppsala era propiedad de la universidad y al heredar el hijo la cátedra también pudieron seguir viviendo allí. Pero no duró mucho la alegría. Así, la mujer y madre, autorizada en el testamento a hacer lo que debiera con los fondos y almacenes de Linneo, que contenían plantas, minerales y restos animales de todo el mundo, los subastó al mejor postor. Los compró un museo de Londres, que los cuida y expone maravillosamente hoy en día. Pero para los suecos fue una traición en toda regla.

La tumba de Linneo, su hijo y su mujer, rodeada de flores, es lo primero que se ve al entrar en la catedral de Uppsala. Su lugar es más destacado que el de ningún monarca ni ningún héroe patrio en ninguna de las iglesias de Estocolmo o Uppsala.







No se encuentran en suecia demasiadas referencias a la Reina Cristina de Suecia. Hija de uno de los reyes más poderosos de la historia de su país, y heredera del trono siendo niña, la leyenda dice que Cristina fue educada como un chico -ropas incluidas- puesto que tendría algún día que asumir la corona como un hombre. Pero a Cristina, que mientras duró en la corona firmó tratados de paz y fomentó la cultura y todas esas cosas tan propias de una reina mujer, el cargo se le debió indigestar. Bueno, la obligación de tenerse que casar con un santo varón, preferentemente su primo, se le debió indigestar especialmente. Abdicó joven y en pocos meses se convirtió al catolicismo en una época en que Suecia era un país defensor a ultranza de la reforma. Acogida con honores por el rey de España o por el Vaticano, es una de las tres mujeres que están enterradas en la basílica de San Pedro.

La leyenda también nos lleva a la imagen de la Garbo llevando adelante su barco en la peli en que interpretó a Cristina. Una de esas imágenes que la hacen diva gay modo 'classic', aunque parece ser que Cristina era fea y contrahecha, ya ven qué decepción. A saber cómo era el primo, claro.... La tumba de Cristina, sin embargo, sí debe estar a la altura de la de su intérprete, que ya ven en la foto que, modestamente, se pidió para ella sola un cerro de un cementerio patrimonio de la Unesco. Sí, lo del centro es la lápida de Greta. No basta con ser estrella en vida..







Y ya que estamos con cine, la promoción a todo lo grande de los films de Hollywood en pleno centro de Estocolmo tiene su gracia. Al monstruo y su burro de Shrek 3 me los ponen en un cineplex en la misma plaza en la que se encuentra el auditorio donde se entregan los premios Nobel, y que no se ve en la foto. Uno tiene tentaciones intelectuales de mostrar la contradicción de los tiempos, el contraste entre la cultura y las ciencias por un lado y la mercadotecnia salvaje que nos domina por el otro. Hasta que se da cuenta de que en realidad, los premios Nobel son mucho más pOp que Shrek. ¿Hay algo más pOp que ver a la realeza sobre un escenario? ¿Qué moldes repite Shrek en sus historias más que los de la sangre azul mirada de forma aparantemente irreverente? ¿Ah, que es pOp el hecho de que Shrek 3 es producto de consumo y desaparecerá enseguida, mientras que lo otro no? Txá, ¿qué es la monarquía sueca, o incluso la ciencia humana, en la vida de las estrellas? Naderías... naderías poppies...






Viaje realizado en agosto de 2007

sábado, 6 de agosto de 2011

Un verano con Greta (ii)


El museo más atípico y espectacular de Estocolmo es el de la foto: Vasamuseet, o Museo del Vasa. El Vasa es un barco -impresionante- construido en el siglo diecisiete, botado en 1628, y que, al ser botado en la mismísima bahía de Estocolmo se escoró cuando le dio un pelín de viento y se hundió, con sus colores, sus cañones, y sus estandartes. Echó agua por las cañoneras como una ballena gigante, algunos tripulantes saltaron por la borda, otros quedaron atrapados, y la gloria del primer barco sueco con dos filas de cañones se hundió miserablemente. Un Titanic vikingo, vaya. Sólo que además estaba presente toda la realeza nacional que vio el desastre en primera fila, claro.

Tras el susto y la investigación, y recuperar sus cañones cincuenta años más tarde usando unos batiscafos originalísimos, se olvidaron del barco totalmente. En 1961 se sondeó la zona en su búsqueda y fue encontrado, muy bien conservado, y recuperado. Está ahora en un museo ejemplo del orden sueco a la hora de estudiar un asunto sistemáticamente.


Esto son más flores hermosas de los jardines de Linneo en Uppsala. Linneo fue un hombre devoto de su profesión de médico y botánico, especialidades que se estudiaban conjuntamente en aquellos tiempos ya que muchos médicos basaban sus recetas en sus conocimientos de las propiedades médicas de las plantas. De su objetivo por el conocimiento sólo pudo apartarle durante un tiempo el enamorarse hasta las cartolas de su mujer, una señora que casi llegó a los cien años y le dio varios hijos. Linneo era pobre, hijo de un ministro de la iglesia que quería que su hijo siguiera sus pasos y no aprobaba que estudiara cosas tan mundanas. El chico tuvo que ponerse a currar pero bien para tener guita para su matrimonio, y no le salió mal: consiguió su fama como médico en Estocolmo, solucionando algún problemilla de la corte real y adquiriendo así renombre. 


'La divina', que así la llamaban, descansa en su tumba de Skogskyrkogarden, cementerio al sur de Estocolmo. Coqueta o huraña aunque esté en los huesos, la Garbo ni muerta dice su edad. Aunque tenga un fan que adorne su lápida con un sencillo collar, o algún otro que humanizando demasiado su lápida sube una flor así como a medio cuerpo (yo no sé si es un detalle guarro o si Lubitsch hace todavía guiños desde el más allá). Ahora que los gusanos han hecho su festín con la carne que una vez fue la más perfecta en pantalla, su rostro ríe para siempre, ja. Pero los devotos, al llegar a un lugar así, nos persignamos con la religiosidad de los incondicionales. Al momento, ponemos diez sms a nuestras amigas más divinas para que enrojezcan de la envidia.

Vale, eché media lagrimita y todo. Chicos, ¡que estaba delante de Margarita Gautier! ¡¡De Anna Karenina!! ¡¡¡De Ninotchka!!! 


Desde el ascensor de Catalina (véase foto de la anterior entrada), Estocolmo ofrece esta visión curiosa. De fondo se observan las cinco torres más características de la ciudad, y el barrio que queda de frente es el Gamla Stan, el casco viejo todavía muy medieval y muy chulo y muy turístico y eso. Pero lo que llama la atención es este pegote de cemento que tenemos en primer plano, el llamado 'Slussen', que ni le ponen nombre de plaza ni nada. Su estructura de diferentes pisos y rotondas parece que tiene una explicación histórica: cuando Suecia cambió el sentido de la circulación (que antes era por la izquierda cual británicos y ahora es por la derecha cual seres civilizados), Estocolmo reformó esta plaza para ayudar a que el tráfico no fuera un caos. Yo no sé muy bien cómo se aclararían, que casi dan ganas de poner coches de juguete ahí para verlo, pero lo cierto es que actualmente el lugar es una clara barrera arquitectónica para andar entre el barrio viejo y el modernopetardoagradableycongaleríasdearte desde donde está tomada la foto. Cruzar de una isla a otra a pie en invierno y con los vientos siberianos que circulan por ese mar endemoniado tiene que ser una experiencia mística...


Hoy, en la serie 'pequeñas casitas del Báltico', destacamos las preocupaciones medioambientales de los suecos. Porque en el viajecito turístico por las islas de los alrededores de Estocolmo nos abrumaron con datos de salinidad y contenido químico de aguas, suelos, hígados de fauna marina diversa, etc. De los esfuerzos hechos para rebajarlo y demás. Como si en realidad diera más bien mal rollo el tener que vivir ahí, alejado del mundo y acosado por un mal peor que el del lago de Springfield. Así, la imagen de las barquitas casi idílicas de Como en un espejo, el pensamiento ese de que Ingmar Bergman envejecía sabio en su isla de Färo mientras veía por la ventana de su estudio cómo las olas asfixiaban la costa... se ve rebajado pensando en que se trata de un mar lleno de mierda...






martes, 2 de agosto de 2011

Sonrisas de unos días de verano (i)


En la isla de la ciudad de Estocolmo dedicada al ocio y esparcimiento está el Junibacken, museo dedicado a los personajes de Astrid Lindgren, que es la señora de la foto. Así, mayorcita (murió viejecita la señora) y rodeada de flores nos presentan a la señora que escribió Pippi Calzaslargas, para deleite de su hija y de los que la pudimos ver la serie de televisión de semejante personaje memorable en nuestra infancia. Un schanapps por la señorita Lindgren, ¡ar!

¿El museo? Un lujo de kitsch y color. Los niños lo adoran.











Linneo, el señor que se inventó los latinajos esos con los que los científicos denominan a las plantas y animales para entenderse entre ellos, nació hace 300 años, y, claro, los suecos lo celebran por todo lo alto. Porque resulta que el hombre era sueco: Carl Von Linne venía a llamarse, el 'von' se lo puso porque me lo condecoraron de famoso que llegó a ser (al menos no se lo puso él como si fuera director de cine). Fue profesor en Uppsala, donde se conservan y cuidan sus bellos jardines con más bellas flores. El hombre tuvo que pegarse con la ciencia de su época para demostrar que las plantas se reproducen sexualmente. Así que me puse tibio de sacar fotos de órganos sexuales, obsérvese. Las flores de la foto son generosas en este sentido. Y el abejorro ese viene a ser un... no sé, zoófilo no aplica, ¡no sé cómo llamarle!










El cementerio de Skogskyrkogarden, por extraño que pueda parecer, está declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco. Es un auténtico parque situado al sur de Estocolmo, donde tumbas y árboles se confunden, donde pasar un día agradable, donde hacer fotografías tan El tercer hombre como la que veis. Al parecer, en el día de Halloween lo iluminan con velas y la experiencia estética se convierte en estratosférica.










Muchas viejas ciudades europeas arrastran una historia de incendios y reconstrucciones. Estocolmo también, pero además ha contado con innumerables gobernantes deseosos de dar una nueva imagen a la ciudad pasando por destruir lo que ya existía. No es cosa reciente, no, incluso un rey del siglo XVI (un Gustav de los sopotocientos que tienen) decidió tirar todas las iglesias y construir nuevas a mayor esplendor de su reinado. En los años sesenta del siglo pasado tuvo lugar una de estas últimas reconstrucciones. Algunos viejos barrios con doscientos años de antigüedad fueron borrados del mapa y sustituidos por superestructuras del desarrollismo que, con los años, y como se dice en inglés, 'have their appeal'. Un ejemplo es el Katarinahiss, o sea, el ascensor de la Catalina, que podéis ver en la foto.

No funcionaba, estaba decadente, sucio, y con zonas para que los homelesses suecos (que existen, siempre borrachos) pasaran las noches del sorprendentemente cálido agosto sueco. Pero por la noche tenía anuncios luminosos, y se le supone puente hacia el barrio de moderrrrrrrrrnas de la ciudad, claro.

Me gustan las ciudades con ascensores públicos. Sorprende tanto a muchos visitantes que existan...















Los señores ricachones de Estocolmo sueñan con tener una casita en las afueras, como en tantas y tantas ciudades de esta nuestra europa adinerada. En Estocolmo eso significa sobre todo hacerse con una propiedad en el 'archipelago', el conjunto de miles de pequeñas islas que prolongan la zona donde está situada la ciudad, la rodean y separan del mar báltico abierto. Así además cumplen su sueño de una casa de madera, que les recuerda a sus ancestros. Porque parece que en siglo XIX una normativa de Estocolmo prohibió terminantemente volver a construir en madera ninguna vivienda. Para evitar incendios, parece ser.


Viaje realizado en agosto de 2007
Distancia Hong Kong - Estocolmo: 8.226 km.