sábado, 31 de diciembre de 2011

Un día en San Francisco

(vía Wikipedia)


St. Mary's Cathedral es una de las iglesias que conozco más espectaculares del mundo. De los años setenta, de planta cuadrada, un gran cono de cemento partido por estrechas vidrieras verticales se soporta en cuatro columnas inmensas que dan paso a cristaleras desde las que se ven diferentes partes de la ciudad, que así se puede observar mientras atiendes el servicio de misa. O sea, luz interior y luz exterior. Está en una colina y no es destino turístico habitual. Fantástica, aunque llegar andando a ella es un suplicio. El que tiene SF si uno quiere verla andando: las cuestas indómitas. Y así tengo los pies, que parecen maple syrup.


Mission Dolores. El edifico más antiguo de SF es la iglesia fundada por los franciscanos en honor de su santo y patrón que también da nombre a la ciudad. Tiene una basílica horrenda junto a la vieja iglesia de adobe. Un precioso cementerio con lápidas del siglo XIX (recuerden Vertigo) escritas en castellano -en honor de españoles y mexicanos pioneros de la ciudad- e inglés -por los hijos de Irlanda que la poblaron- se supone que alberga en el subsuelo los cadáveres de 5000 indios que murieron durante la construcción de la misión.


Castro. No es especialmente grande el barrio gay más famoso del mundo. Se organiza en torno una calle (Castro Street), y en ese sentido queda escasa si se compara con la de Sydney (Oxford Street), por poner un ejemplo parecido. Magníficas tiendas de camisetas (caigo en dos ocasiones, pero es que el rosa nos sienta tan bien a los rubios...) y de ropa alternativa -por ejemplo, sábanas de Tom de Finlandia-. Librerías. Tiendas de películas, con una con enormes galerías especializadas en subgéneros que jamás describiríais a vuestras madres. Artículos de cuero. Dildos obtenidos de moldes de las pollas de tus actores porno preferidos (las cajas son de diferentes tamaños, claro; no la hay de John Holmes, pero sí de Jeff Stryker). No hay peepshows, ni saunas, ni similares, cosa que me parece curiosa. Mucha pareja de la mano, casi siempre muy maduras. En las tiendas atienden casi siempre rubios estilizados, no necesariamente jóvenes. Premio para el nombre de una: 'Does your father know?'. Almuerzo en un restaurante italiano, me encuentro mesa con mesa con una pareja de catalanes de luna de miel. Se van mañana a Chicago. Van a pasar de 20 grados a 5 bajo cero. Al final de Castro empiezan a subir casas victorianas hacia las colinas. En el teatro del barrio, Castro Theater, proyectan Last Tango in Paris.

(vía Royalmaze)

Haight Ashbury. Estupendas casas victorianas circundan este barrio alto, junto al parque Golden Gate y el (frondosísimo) parque Buena Vista. Hay que subir cuestas como si fuera un viacrucis para llegar. Acá se asentaron muchas de las comunidades hippies de los setenta, y aunque ya sólo queden tiendas, se respira un aire algo fumeta: los homelesses son más adictos que veteranos de Vietnam. Amoeba: gigantesca tienda de cedés y vinilos, de actividad impresionante. Puedes escoger un cedé y poner su código de barras bajo un lector acoplado a unos cascos, y te lo reproduce al momento sin sacarlo de la caja precintada. Veo una tienda enorme de guitarras. Una pequeña tienda de discos de géneros varios especializada en vender ¡a disc jockeys! Estupendas tiendas de zapatos (vuelvo a caer, no sé con qué coño me voy a poner estas zapatillas verdinegras a manchas). En el teatro del barrio, 'Red Vic', proyectan The Raspberry Reich.

(vía Soyturista)

Las calles de San Francisco. Y su subir y bajar de continuo. Encuentro en Columbus Avenue la librería de Jack Kerouac, está cerrada. Divisadero, la calle que se lleva el primer plano de Entrevista con el vampiro. Alamo Square y su vista de casas victorianas. Union Square, centro de la ciudad, con sus grandes almacenes varios. En Borders me agencio tres tochos. En EE.UU. los libros son más bien baratos, pero con el cambio del dólar el querido Easy Riders Raging Bulls se queda en nada. Me agencio uno de Colm Toibin (que hasta ahora nunca lo he probado) y el último de Michael Cunningham (A Home at the End of the World). Compro los tres tipos de colonia de Abercrombie & Fitch (que es la mejor colonia para hombre del mundo, ¿qué pasa? Además se venden en tamaño para viaje…). Las tiendas de Abercrombie son altamente estimulantes, pero sólo hay en EE.UU. Compro filtros de fotografía de no sé qué ostias para un amigo que me los ha pedido, pero no tienen en la tienda, y tengo que ir a otra cruzando Tenderloin por Turk Street hasta el cruce con Van Ness Street. Soy objeto de las miradas del mayor conjunto de espectros con que me he cruzado. Homeless sin piernas (¿arrasadas de napalm?) y sin nariz (¿arrasada de nieve?). Esta ciudad está llena de monstruos (para relajarme entro en una poor lit second hand bookshop (sic) decorada con portadas de una publicación tipo Noticias del Mundo que son un despiporre, como una que afirma que hay pruebas de que Bin Laden ha conseguido clonar ¡a Hitler!). A los monstruos de la ciudad no se les puede ni mirar, o te seguirá uno de ellos por toda la manzana pidiéndote un quarter y te acabará llamando somabiche por no darle un mísero níquel.


La gente de San Francisco. Muy maja, oyes. No sólo en las tiendas te acogen con la tradicional amabilidad californiana, en la que eso de que el cliente es el rey se llega a sentir. En la tienda de fotos incluso llaman a la competencia para ver si tienen el artículo, y me lo reservan. En Castro los dependientes se deshacen en sonrisas y hasta sospechosos guiños de complicidad cuando compras. En Haight Street son todo buenas maneras aunque mi madre criticaría profundamente que se les ven los calzoncillos fosforescentes al atenderte. Los activistas ecologistas se enrollan preguntando de dónde eres (y así conozco a una alemana que vivió un año en Madrid y que por supuesto habla mejor castellano que yo). Hasta dos personas (cincuentonas de buen aspecto que pasean a sus perros) se ofrecen amablemente a ayudarme cuando estoy con el mapa en ristre decidiendo donde molturarme los tobillos a continuación. Y, coño, todo el mundo ha estado en España, hay que joderse. Aunque sea en el setenta y tres, señor.

But, as they say... am sure that San Francisco has not changed in the ten years since your last visit as dramatically as Spain in the last thirty years... claro que SF no necesitaba cambiar, supongo.





Viaje realizado en febrero de 2005 (etapa i de iii)
Distancia Estocolmo - San Francisco: 8615 Kms



miércoles, 17 de agosto de 2011

Como en un teatro (y iv)


Ya sabíamos que los nórdicos, sobre todo los noruegos, son los reyes del negocio de los cruceros. Algo que seguramente parte de la ventaja de sus costas escarpadas, de fiordos e islas perdidas, pero con un buen fondo navegable. En Estocolmo hay multitud de muelles de salida de barcos, y entre ellos están estos gigantes que pueden incluso llegar a formar una línea de espera en la salida como en una autopista o una pista de aeropuerto. Yo vi el show a la tarde, supongo que porque hacen noche en mar camino de puertos cercanos del Báltico como Turku, Tallin, San Petersburgo o Copenhague. Recordé dos libros recientes, magníficos ambos, sobre o con cruceros: Algo supuestamente divertido que no volveré a hacer, de David Foster Wallace (cuyo título lo dice todo, que es divertidísimo, y encima es cortito y cuesta medio real), y Las correcciones, de Jonathan Franzen (que es un tochón que va de mil cosas más, pero que tiene un estupendérrimo episodio en un crucero de lujo)





El suntuoso interior de la sinagoga de Estocolmo es el mejor sitio para que los judíos suecos hablen de la neutralidad sueca durante la Segunda Guerra Mundial, y las luces y sombras de su actitud ante el holocausto. Almacenan algún Schindler en su historia, y fueron refugio de muchos que huyeron de la solución final, pero les costó tiempo darse cuenta y no fueron demasiado comprensivos con algunos vecinos judíos... Hoy en día sus problemas en Suecia parecen en principio banales: el gobierno no les deja practicar la circuncisión sin presencia de un médico sueco, el gobierno les prohíbe la matanza de animales vivos y degollados para conseguir la carne según sus ritos... Pero lo que más les preocupa es el neonazismo y el racismo ante la inmigración, que en Suecia es fundamentalmente eslava, pero que como es costumbre, ya de paso afecta también a los judíos.


Semejante manera de promocionar los productos de merchandising del museo de la Universidad de Uppsala indica que sí, en efecto, los suecos tienen sentido del humor.

En el Museo Gustaviana, parte de ese entramado universitario de la ciudad de Linneo o Bergman, hay una no fotografiable sala de disecciones, uno de los primeros lugares donde se realizaron prácticas de este tipo sobre humanos con fines científicos/educativos. Pero no podía diseccionarse a cualquiera. No era honroso diseccionar mujeres (todos eran hombres entre los asistentes). Tampoco hombres que hubieran muerto en gloria de Dios, ya que éstos tenían derecho a pasar la eternidad íntegros. Tenían que ser ajusticiados o suicidados, gente no preparada para dormir en tierra bendita por los siglos de los siglos. Completado el experimento, una vez enseñadas sus vísceras, se consideraba que los dueños de dichos cadáveres habían cumplido con la sociedad, y entonces sí podían enterrarse en cristiano el cementerio.


Como supongo que no es normal que en siete días en Suecia vea hasta tres exposiciones y/o reuniones y/o exhibiciones de coches americanos de los cincuenta, perfectamente cuidados, y mostrados por seres de la raza humana dotados de muchos kilos, ropas de cuero, y bigotes de vikingo o bien voluptuosos labios rojos, tengo que pensar que la afición es grande por allá a estos aparatejos. La afición sin que falte la pasta que conlleva mantenerlos así. Verlos circular repentinamente y sin aviso, sin estar en manada, por las calles de Estocolmo, es una de esas sorpresas mágicas que a veces depara eso de mirar y ver lo que no ven los que están demasiado cerca.

Y no hacen las cosas en cualquier sitio, no. En la foto, el parlamento sueco está a la derecha, y a la izquierda se ve el palacio real y la torre de la catedral.




El Kungliga Dramatiska Teatern, más conocido como Dramaten, está en el centro de Estocolmo, como en las viejas y señeras capitales europeas: cerca de la Ópera, a un paseíto del palacio real, no muy lejos de ministerios, sedes del gobierno, parlamentos, otros edificios oficiales. No es que interese por eso, ni que sus dorados del exterior lo hagan especialmente atractivo. Es que es la casa en que mandó Ingmar Bergman durante 40 años. Que fue director de cine y televisión y guionista y ganó tres Oscar y eso le dio fama y tal, pero lo que le ponía era el teatro, tradición muy amada en Suecia (como dato absurdo, ahí está Henning Mankell, el muy sueco escritor de las aventuras del inspector Wallander, que es a la vez director del teatro nacional de Mozambique y yerno de Ingmar). El Dramaten se supone decorado con cierta gradilocuencia neoclásica y mucho atrezzo de viejas obras, pero no pude visitarlo: lo intenté un 20 de agosto y ya regía el horario de invierno. Sólo se podía visitar bajo guía los sábados a las tres...

El Dramaten, como medio Estocolmo, se ha quemado alguna que otra vez. Algunas de las esculturas usadas como atrezzo se salvaron y acabaron decorando una estación cercana de metro, que es absurdamente pop gracias a ello.

El funeral de Ingmar Bergman tuvo lugar dos días antes de intentar visitar el Dramaten.




Viaje realizado en agosto de 2007

jueves, 11 de agosto de 2011

Tumbas y susurros (iii)


La memoria visual que tenemos de los barcos de la antigüedad, la que proviene de las películas, suele ser la de barcos de madera sin más. Por lo que vi en el museo Vasa, parece que sin embargo era muy común que los barcos se pintasen de brillantes colores y que vistiesen con ellos la multitud de relieves y esculturas que podían llegar a adornar goletas, carabelas y otros futuros pecios. En el casco recuperado del Vasa han llegado a pintar sobre el mismo barco una zona, con sus tritones y nereidas. Las figuras mitológicas, las figuras históricas y diferentes símbolos podían pintarse de colores agresivos (los de la foto se supone que siguen los modelos usados en 1628, pero no hay seguridad total de ello) para intimidar a los posibles enemigos. El barco entero pintado de esta guisa debía ser algo de lo más fashion, desde luego. ¿Intimidatorio? Bueno, no sé, eran otros tiempos..






Aunque Linneo no quiso ser ministro de Dios, seguir la profesión del padre era la costumbre casi obligatoria de la época. Al parecer, el padre se disgustó mazo, pero curiosamente Linneo no aplicó la misma libertad con su hijo. Linneo hijo heredó finalmente la cátedra de su padre en la universidad de Uppsala, y parece que aunque sus conocimientos no eran pocos después de años de vivir bajo el paraguas del famoso médico y botánico, el chico no debió de heredar su cerebro ni brillantez. Y en la cátedra no duró mucho: Linneo hijo murió sólo 5 años más tarde que su padre. Dicen las hagiografías que Linneo vivió preocupado toda su vida por que a su muerte a su familia no le faltara nada. Su casa en Uppsala era propiedad de la universidad y al heredar el hijo la cátedra también pudieron seguir viviendo allí. Pero no duró mucho la alegría. Así, la mujer y madre, autorizada en el testamento a hacer lo que debiera con los fondos y almacenes de Linneo, que contenían plantas, minerales y restos animales de todo el mundo, los subastó al mejor postor. Los compró un museo de Londres, que los cuida y expone maravillosamente hoy en día. Pero para los suecos fue una traición en toda regla.

La tumba de Linneo, su hijo y su mujer, rodeada de flores, es lo primero que se ve al entrar en la catedral de Uppsala. Su lugar es más destacado que el de ningún monarca ni ningún héroe patrio en ninguna de las iglesias de Estocolmo o Uppsala.







No se encuentran en suecia demasiadas referencias a la Reina Cristina de Suecia. Hija de uno de los reyes más poderosos de la historia de su país, y heredera del trono siendo niña, la leyenda dice que Cristina fue educada como un chico -ropas incluidas- puesto que tendría algún día que asumir la corona como un hombre. Pero a Cristina, que mientras duró en la corona firmó tratados de paz y fomentó la cultura y todas esas cosas tan propias de una reina mujer, el cargo se le debió indigestar. Bueno, la obligación de tenerse que casar con un santo varón, preferentemente su primo, se le debió indigestar especialmente. Abdicó joven y en pocos meses se convirtió al catolicismo en una época en que Suecia era un país defensor a ultranza de la reforma. Acogida con honores por el rey de España o por el Vaticano, es una de las tres mujeres que están enterradas en la basílica de San Pedro.

La leyenda también nos lleva a la imagen de la Garbo llevando adelante su barco en la peli en que interpretó a Cristina. Una de esas imágenes que la hacen diva gay modo 'classic', aunque parece ser que Cristina era fea y contrahecha, ya ven qué decepción. A saber cómo era el primo, claro.... La tumba de Cristina, sin embargo, sí debe estar a la altura de la de su intérprete, que ya ven en la foto que, modestamente, se pidió para ella sola un cerro de un cementerio patrimonio de la Unesco. Sí, lo del centro es la lápida de Greta. No basta con ser estrella en vida..







Y ya que estamos con cine, la promoción a todo lo grande de los films de Hollywood en pleno centro de Estocolmo tiene su gracia. Al monstruo y su burro de Shrek 3 me los ponen en un cineplex en la misma plaza en la que se encuentra el auditorio donde se entregan los premios Nobel, y que no se ve en la foto. Uno tiene tentaciones intelectuales de mostrar la contradicción de los tiempos, el contraste entre la cultura y las ciencias por un lado y la mercadotecnia salvaje que nos domina por el otro. Hasta que se da cuenta de que en realidad, los premios Nobel son mucho más pOp que Shrek. ¿Hay algo más pOp que ver a la realeza sobre un escenario? ¿Qué moldes repite Shrek en sus historias más que los de la sangre azul mirada de forma aparantemente irreverente? ¿Ah, que es pOp el hecho de que Shrek 3 es producto de consumo y desaparecerá enseguida, mientras que lo otro no? Txá, ¿qué es la monarquía sueca, o incluso la ciencia humana, en la vida de las estrellas? Naderías... naderías poppies...






Viaje realizado en agosto de 2007

sábado, 6 de agosto de 2011

Un verano con Greta (ii)


El museo más atípico y espectacular de Estocolmo es el de la foto: Vasamuseet, o Museo del Vasa. El Vasa es un barco -impresionante- construido en el siglo diecisiete, botado en 1628, y que, al ser botado en la mismísima bahía de Estocolmo se escoró cuando le dio un pelín de viento y se hundió, con sus colores, sus cañones, y sus estandartes. Echó agua por las cañoneras como una ballena gigante, algunos tripulantes saltaron por la borda, otros quedaron atrapados, y la gloria del primer barco sueco con dos filas de cañones se hundió miserablemente. Un Titanic vikingo, vaya. Sólo que además estaba presente toda la realeza nacional que vio el desastre en primera fila, claro.

Tras el susto y la investigación, y recuperar sus cañones cincuenta años más tarde usando unos batiscafos originalísimos, se olvidaron del barco totalmente. En 1961 se sondeó la zona en su búsqueda y fue encontrado, muy bien conservado, y recuperado. Está ahora en un museo ejemplo del orden sueco a la hora de estudiar un asunto sistemáticamente.


Esto son más flores hermosas de los jardines de Linneo en Uppsala. Linneo fue un hombre devoto de su profesión de médico y botánico, especialidades que se estudiaban conjuntamente en aquellos tiempos ya que muchos médicos basaban sus recetas en sus conocimientos de las propiedades médicas de las plantas. De su objetivo por el conocimiento sólo pudo apartarle durante un tiempo el enamorarse hasta las cartolas de su mujer, una señora que casi llegó a los cien años y le dio varios hijos. Linneo era pobre, hijo de un ministro de la iglesia que quería que su hijo siguiera sus pasos y no aprobaba que estudiara cosas tan mundanas. El chico tuvo que ponerse a currar pero bien para tener guita para su matrimonio, y no le salió mal: consiguió su fama como médico en Estocolmo, solucionando algún problemilla de la corte real y adquiriendo así renombre. 


'La divina', que así la llamaban, descansa en su tumba de Skogskyrkogarden, cementerio al sur de Estocolmo. Coqueta o huraña aunque esté en los huesos, la Garbo ni muerta dice su edad. Aunque tenga un fan que adorne su lápida con un sencillo collar, o algún otro que humanizando demasiado su lápida sube una flor así como a medio cuerpo (yo no sé si es un detalle guarro o si Lubitsch hace todavía guiños desde el más allá). Ahora que los gusanos han hecho su festín con la carne que una vez fue la más perfecta en pantalla, su rostro ríe para siempre, ja. Pero los devotos, al llegar a un lugar así, nos persignamos con la religiosidad de los incondicionales. Al momento, ponemos diez sms a nuestras amigas más divinas para que enrojezcan de la envidia.

Vale, eché media lagrimita y todo. Chicos, ¡que estaba delante de Margarita Gautier! ¡¡De Anna Karenina!! ¡¡¡De Ninotchka!!! 


Desde el ascensor de Catalina (véase foto de la anterior entrada), Estocolmo ofrece esta visión curiosa. De fondo se observan las cinco torres más características de la ciudad, y el barrio que queda de frente es el Gamla Stan, el casco viejo todavía muy medieval y muy chulo y muy turístico y eso. Pero lo que llama la atención es este pegote de cemento que tenemos en primer plano, el llamado 'Slussen', que ni le ponen nombre de plaza ni nada. Su estructura de diferentes pisos y rotondas parece que tiene una explicación histórica: cuando Suecia cambió el sentido de la circulación (que antes era por la izquierda cual británicos y ahora es por la derecha cual seres civilizados), Estocolmo reformó esta plaza para ayudar a que el tráfico no fuera un caos. Yo no sé muy bien cómo se aclararían, que casi dan ganas de poner coches de juguete ahí para verlo, pero lo cierto es que actualmente el lugar es una clara barrera arquitectónica para andar entre el barrio viejo y el modernopetardoagradableycongaleríasdearte desde donde está tomada la foto. Cruzar de una isla a otra a pie en invierno y con los vientos siberianos que circulan por ese mar endemoniado tiene que ser una experiencia mística...


Hoy, en la serie 'pequeñas casitas del Báltico', destacamos las preocupaciones medioambientales de los suecos. Porque en el viajecito turístico por las islas de los alrededores de Estocolmo nos abrumaron con datos de salinidad y contenido químico de aguas, suelos, hígados de fauna marina diversa, etc. De los esfuerzos hechos para rebajarlo y demás. Como si en realidad diera más bien mal rollo el tener que vivir ahí, alejado del mundo y acosado por un mal peor que el del lago de Springfield. Así, la imagen de las barquitas casi idílicas de Como en un espejo, el pensamiento ese de que Ingmar Bergman envejecía sabio en su isla de Färo mientras veía por la ventana de su estudio cómo las olas asfixiaban la costa... se ve rebajado pensando en que se trata de un mar lleno de mierda...






martes, 2 de agosto de 2011

Sonrisas de unos días de verano (i)


En la isla de la ciudad de Estocolmo dedicada al ocio y esparcimiento está el Junibacken, museo dedicado a los personajes de Astrid Lindgren, que es la señora de la foto. Así, mayorcita (murió viejecita la señora) y rodeada de flores nos presentan a la señora que escribió Pippi Calzaslargas, para deleite de su hija y de los que la pudimos ver la serie de televisión de semejante personaje memorable en nuestra infancia. Un schanapps por la señorita Lindgren, ¡ar!

¿El museo? Un lujo de kitsch y color. Los niños lo adoran.











Linneo, el señor que se inventó los latinajos esos con los que los científicos denominan a las plantas y animales para entenderse entre ellos, nació hace 300 años, y, claro, los suecos lo celebran por todo lo alto. Porque resulta que el hombre era sueco: Carl Von Linne venía a llamarse, el 'von' se lo puso porque me lo condecoraron de famoso que llegó a ser (al menos no se lo puso él como si fuera director de cine). Fue profesor en Uppsala, donde se conservan y cuidan sus bellos jardines con más bellas flores. El hombre tuvo que pegarse con la ciencia de su época para demostrar que las plantas se reproducen sexualmente. Así que me puse tibio de sacar fotos de órganos sexuales, obsérvese. Las flores de la foto son generosas en este sentido. Y el abejorro ese viene a ser un... no sé, zoófilo no aplica, ¡no sé cómo llamarle!










El cementerio de Skogskyrkogarden, por extraño que pueda parecer, está declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco. Es un auténtico parque situado al sur de Estocolmo, donde tumbas y árboles se confunden, donde pasar un día agradable, donde hacer fotografías tan El tercer hombre como la que veis. Al parecer, en el día de Halloween lo iluminan con velas y la experiencia estética se convierte en estratosférica.










Muchas viejas ciudades europeas arrastran una historia de incendios y reconstrucciones. Estocolmo también, pero además ha contado con innumerables gobernantes deseosos de dar una nueva imagen a la ciudad pasando por destruir lo que ya existía. No es cosa reciente, no, incluso un rey del siglo XVI (un Gustav de los sopotocientos que tienen) decidió tirar todas las iglesias y construir nuevas a mayor esplendor de su reinado. En los años sesenta del siglo pasado tuvo lugar una de estas últimas reconstrucciones. Algunos viejos barrios con doscientos años de antigüedad fueron borrados del mapa y sustituidos por superestructuras del desarrollismo que, con los años, y como se dice en inglés, 'have their appeal'. Un ejemplo es el Katarinahiss, o sea, el ascensor de la Catalina, que podéis ver en la foto.

No funcionaba, estaba decadente, sucio, y con zonas para que los homelesses suecos (que existen, siempre borrachos) pasaran las noches del sorprendentemente cálido agosto sueco. Pero por la noche tenía anuncios luminosos, y se le supone puente hacia el barrio de moderrrrrrrrrnas de la ciudad, claro.

Me gustan las ciudades con ascensores públicos. Sorprende tanto a muchos visitantes que existan...















Los señores ricachones de Estocolmo sueñan con tener una casita en las afueras, como en tantas y tantas ciudades de esta nuestra europa adinerada. En Estocolmo eso significa sobre todo hacerse con una propiedad en el 'archipelago', el conjunto de miles de pequeñas islas que prolongan la zona donde está situada la ciudad, la rodean y separan del mar báltico abierto. Así además cumplen su sueño de una casa de madera, que les recuerda a sus ancestros. Porque parece que en siglo XIX una normativa de Estocolmo prohibió terminantemente volver a construir en madera ninguna vivienda. Para evitar incendios, parece ser.


Viaje realizado en agosto de 2007
Distancia Hong Kong - Estocolmo: 8.226 km.



lunes, 25 de julio de 2011

La terminal


 
El último día transcurre con conocimiento de causa. Un pequeño pasar por la fábrica y corregir últimos parámetros de la máquina. Una reunión de logística y compras. Todo va normal. Al mediodía volvemos hacia Hong Kong, tras despedirnos de nuestro traductor, tras despedirnos de nuestro chófer (tan mono…), pasar de nuevo la pesadilla fronteriza de tres autobuses y dos controles policiales más el absurdo de la papeleta en que juras por tu madre que no has fornicado con animales griposos, dejamos las maletas en las oficinas del agente, que las tiene en Wanchai, el megaespectacular distrito financiero repleto de rascacielos, y comemos en un excelente restaurante de comida jonkonesa. La zona invitaría al paseo si no fuera porque Hong Kong no resulta una ciudad agradable para ello:

-       hace un calor del copón, 26 grados en febrero
-       hay un mogollón de gente que lo flipas
-       la ciudad está surcada de autopistas y continuos pasos a nivel que hacen del concepto paseo algo desagradable
-       esto tiene más medios de transporte que Amsterdam, de modo que te puede atropellar un taxi (que para más inri conducen por la izquierda), un tranvía, un autobús, una bici, un funicular y hasta un barco.

Así que nos llevan de compras. Primero un mercado tradicional en la otra esquina de la isla (los taxis son tirados, por cierto) para hacernos con múltiples enseres para regalos. Caemos todos, porque el material tiene muy buena pinta y los precios son asequibles, y encima no hay gente. Después un centro comercial enorme, de lujos medios, donde comprar tecnología en forma de último grito de cámara de fotos (Hong Kong sigue siendo un mercado de prueba, aquí venden las primeras unidades de los productos japoneses y luego deciden si son modelos a vender worldwide), y donde arraso en una librería dado que el precio medio de todos los libros es nueve euros. Acá se descubre bien que los chinos son más guapos en Hong Kong que en Shenzhen, de modo que se puede concluir ineludiblemente que la pobreza no da morbo ni levanta la libido. Nos dejan en la terminal del tren que lleva al aeropuerto. Nos despedimos. Fotos. Besos. Bye bye, Love. Noto que la agente no gusta de la costumbre oscular de los latinos



Por supuesto, Cathay Pacific es incapaz de darnos las tarjetas de embarque de los vuelos en Europa, de modo que habrá que pasar por Iberia en Amsterdam. Claro que Cathay e Iberia pertenecen a Oneworld, vamos todos con tarjetas de puntos iberiaplusquetecagasdeloimportantecomoviajeroqueeres, y el vuelo a Amsterdam incluso tiene código compartido con Iberia. Montamos un pollo, ya teníamos ganas. Claro que no sirve para nada, salvo para enterarnos que el sistema informático de una de las compañías se llama Cupido. La muchacha del mostrador, otra china de aspecto refrágil, no entiende que me ría cuando le digo que ya que no conecta bien le podían cambiar el código a Cupido, ejem. Afortunadamente, decido no facturar. Otros lo hacen, basándose en eso de que se trata del viaje de vuelta y que ya no necesitan nada, y que para qué arrastrar peso…

El viaje es tranquilo, de madrugada, si bien somos evidentemente los cuatro pasajeros más ruidosos de toda la clase. A nosotros nos van a callar, ja. Dormimos bien. Aterrizamos en Amsterdam con adelanto. Una recia nórdica atiende la ventanilla de Iberia con un perfecto castellano. Usa subjuntivos, que ya casi no recuerdo lo que son. El avión a Madrid sale en hora, tenemos tarjetas de embarque. Nos da un plano, aterrizaremos en la nueva terminal. La T4.


Tenemos cincuenta y cinco minutos de tránsito.

En el avión: por megafonía nos dicen que el avión a Bilbao saldrá de la puerta K91, en la T4

En el avión: son incapaces de decirnos si llegaremos a la T4 ó a la T4S. Le informo a la azafata que he leído que si hay que cambiar de edificio aconsejan más de dos horas de tránsito. ‘Ah, ¿sí?’, responde. ‘Pues depende de lo que nos den cuando tomemos tierra, caballero’

En la terminal: llegamos a la puerta K88. Oh, albricias. Aena ha cambiado la gestión de Barajas. ¡¡¡Hacen las cosas con lógica!!! Sólo son tres puertas hasta la nuestra. Y casi habrá que empezar a embarcar ya.

En la puerta: voy a preguntar a las muchachas, que es raro que no esté el vuelo ya en la pantalla. ‘¿Qué vuelo dice, señor?’ ‘El de Bilbao’. ‘Ah. Nosotras no sabemos qué vuelo sale de cada puerta, señor’. ‘Ah, comprendo. Y qué hacéis exactamente?’ ‘Preparativos. Pero nos da igual el vuelo’. ‘¿Y el avión? No está en el finger’. ‘No sé, señor’. ‘¿Y las pantallas de televisión?’ ‘Por allí, señor’. Un gesto indefinido señala a una masa de gente a más de cien metros. Educada la niña, sí. Dejo las maletas junto a mis acompañantes queridos, y allá que me voy.

En la tele: compruebo que el vuelo ha sido cambiado de puerta a falta de treinta minutos no para el embarque, sino para el despegue, que se mantiene en su horario. H35, nueva puerta.

En el otro extremo de la terminal, por supuesto

La T4 no está pensada con lógica si lo que pretende Aena es seguir con su política de cambio de puerta en Barajas. Los aeropuertos actuales construyen sus terminales en forma de estrella, para acercar los medios a los aviones, pero también para facilitar el transporte interno en el edificio. En Barajas no. Se han hecho dos edificios de más de dos kilómetros de longitud. Dos kilómetros a recorrer exhaustos y tras toneladas de viaje encima hasta la nueva puerta… Atropellando viajeros, sacando la lengua, despotricando a grito en cielo del nuevo edificio, del sol que entra por las ventanas recociendo el lugar, de que seguramente no podían haber encontrado una puerta más lejana. Detrás de nosotros, más o menos la mitad de los jubildados del país, también en tránsito desde algún aeropuerto de la costa mediterránea española, perdiendo fuelle de continuo.

En la puerta: el vuelo está anunciado. Pero eso sí, a pesar de ser la terminal con más fingers del país, nos meten en un autobús enjaulados. Fuera hace frío pero sol. En el autobús da la luz y hay calefacción; vamos enlatados y sudando. Tengo la sensación de que mi ropa interior es de esparto.

En el avión: bronca de todos los jubiletas a azafatas y azafatos. No puede reproducirse, su lenguaje supera todas las expectativas de una sociedad moderna y avanzada como la nuestra. Los demás no decimos ni mú. Para qué, nunca seríamos tan contundentes.

En la terminal: me pillo un taxi al momento. Uno de los que ha facturado se pone directamente a la cola de las reclamaciones de Iberia. Efectivamente, el lunes me entero de que el equipaje no llegó.

Y es que se puede ir uno muy muy lejos, pero la vida, ay, la vida sigue igual.

Viaje realizado en febrero de 2006 (etapa iv de iv)

sábado, 9 de julio de 2011

Little China Girl

Consigo dormir estupendamente. Poco, claro está, pero reparador. Las camas del hotel son de los colchones más duros que imaginar se pueda, así que tras los baches continuados del día anterior se agradece sobremanera tener una superficie lisa de la que disfrutar. El trabajo en planta se sucede de manera similar al día anterior. Efectivamente, han dedicado toda la noche a resolver la cuestión ingenieril que no había funcionado. Las pruebas salen bien, aunque con los ya consabidos problemas de comunicación. Mi querido compañero de viaje empieza a agotarse de tener que explicarlo todo tres o cuatro veces. A la paciencia agotada se sume un calor ahora casi severo. Pero para la tarde todo parece funcionar bien a falta de unos cálculos finales, un saber mejor utilizar grandes cargas, unas estimaciones de adiciones. En la reunión general, todo parece ir bien, se llega a acuerdos, se enviarán documentos. Además, allí disponen de otro traductor, un colombiano de nombre Hugo, que habla un castellano e inglés estupendos, cosa que a los chinos no debe gustarles tanto, porque dicen que al no ser chino no les entiende a ellos lo que quieren decir. En fin. Falta una reunión mañana sobre logística y materias primas, y esto se puede dar por avanzadísimo.

Así que el gran jefe chino decide invitarnos a cenar chino de verdad en un restaurante del hotel. Y después, comenta, tendremos actividades culturales. A mí esto, sinceramente, me produce algún escalofrío. Me imagino que se tratará de un karaoke, dadas las tradiciones del país, o de una bolera, agasajo más habitual de lo imaginable por parte de muchos chinos a sus visitantes occidentales. Ambas cosas ya las había practicado, con gran regocijo por parte de mis anfitriones (quienes no eran capaces de reconocer mi falta de habilidad en tales actividades como una graciosa concesión a su hospitalidad), en visitas anteriores a China. La tercera posibilidad podría ser ‘putas’. Los orientales tienen fama de puteros, pero claro, esto de las putas… como que me pilla algo alejado de mi experiencia habitual…


Soy el último en llegar a la cena, debido a ciertos problemas de transporte que sería redundante describir de nuevo, y me alegro de ello porque así me he evitado el pasar por la sección de animales vivos donde los futuros comensales han podido escoger los bichos concretos y específicos que les van a servir. Han escogido al menos un pato (que estaba allí enjaulado con otros seres de su especie) y una serpiente o culebra. Al parecer fue lo único ya que el chino debió empezar a apuntar a un cocodrilo tailandés (a mí esto me suena a especie protegida, pero bueno…) y a unas tortugas, pero los occidentales que asistían al acto, nerviosos por el piar de los pollos y un tanto inquietos por la naturaleza inhabitual del lugar, torcieron el gesto. Que a mí todo esto me dijeron, que no lo viví yo… Lo malo de estas cenas especiales de los chinos es que se sueltan más con la comida, se atreven a las cosas que les gustan más sin obviar nunca que agasajan al visitante, y entonces es cuando se producen hecatombes gastronómicas, hasta el punto de que salvo una berenjena rellena de alto calado gustativo, el resto de cosas fueron algo tremendas, y me quedé a dos velas. Bueno, las sopas también están bien, siempre que no preguntes qué han añadido a ese caldo tan reparador. La serpiente viene cortada en pedazos contraídos y repletos de huesos interminables que los chinos se meten en la boca, sorben y chupetean y luego escupen en su bol (nadie lo hace al suelo, antes era lo acostumbrado). Si yo hago eso me empieza a sangrar la boca por varios puntos por efecto de los huesos asesinos de esta especie y de mi proverbial delicadeza epitelial. Nos sacaron ganso, que estaba como el pato lacado, pero algo más fuerte con una salsa difícil de digerir. Un pescado imposible de ser atrapado con los palillos, además de absolutamente cocido y sin sabor. Claro, venía con un platito de salsa para mojar, pero como se desmigaba todo, aquello acabó como piscina desbordada en colonia de verano, pero con más color. No es que la cosa fuera horrenda, como en Hunan, donde todo se cuece en pimiento picante inhumano. Pero tuve que decir que por favor por favor por favor sacaran algo de arroz, cosa que se puede pedir protocolariamente si es que uno se ha quedado con hambre. Único plato que además puede uno acabar sin tener la amenaza de que saquen mucho más, como con el resto de cosas. Me comí tres boles, vive dios. Se ponen a hablar de preparar comida. El jonkonés dice lo desagradable que le fue cierta ocasión cuando les dieron pato para comer, lo escogieron con sus hijos pequeños delante, y allí mismo el cocinero cogió el pato y le partió el cuello estrellándolo contra el suelo. El yanqui dice que él puede comer de todo menos perro porque probablemente su mujer le mataría si se entera. El jonkonés dice al día siguiente y cuando el yanqui no está que ya le vale a este de meterse con ellos por comer perro y luego dedicarse a bombardear países… cosa que no es que tenga mucho que ver, pero da una idea de lo que piensa de yanquilandia, me temo.

Lo peor parece avecinarse. La actividad cultural. Cambiamos de planta en el hotel. Nos llevan a un local donde nos reciben unas elegantes mujeronas, bien pintaditas y bien guapas, y nos introducen por una serie de pasillos cambiantes. Andan sinuosamente, con su vestido con cola contoneándose cimbreante. En algunas puertas abiertas podemos adivinar salones privados con mucho humo, con televisores…. Ayayayyyy…. Al menos, los pasillos no se van estrechando como si fuera a aparecer Maggie Cheung por una esquina con sus noodles recién comprados, pero la sensación es que quieren recrear esa mítica de los salones de opio de la vieja China. Llegamos a nuestro salón. Somos once personas. Y nos esperan once mujeres…

… para darnos un masaje…

…casto y puro salvo por el hecho de tratarse de una tortura continuada, un vil instrumento de venganza contra occidente, una burrada sádica disfrazada de paraíso muscular. Conste que empecé la actividad cultural con alto entusiasmo, movido por la leyenda que dice que un masaje chino es una experiencia inenarrable que, perdón por el tópico, te deja como nuevo. Lo primero que hacen es remangarte los pantalones, pedirte la bebida (recomiendan té, yo me lo pedí de jazmín, estaba atroz, hórrido y aberrante), y meterte los pies en agua recién dejada de hervir en noséqué alga o similar de color rojo. Entonces empiezan con la espalda. Uno no diría que estas delicadas nínfulas chinas, vestidas de chándal y sin maquillar, pero todas considerablemente guapas y con aspecto de cristal, pudieran desarrollar en sus falangetas semejante efecto pinza, cascanueces, tracción, ventosa, succión, etc… La cotización de mi comportamiento viril en las acciones de mi jefe sufrió un nuevo descenso; no parece un valor que vaya a repuntar. Me hacía un daño del copón, y a mí, que nunca me duele la espalda (cosa que agradezco no sé si a los genes o a la divina providencia, porque la verdad es que la trato fatal, me siento de cualquier manera, y cambio a posturas horribles que cualquiera que me haya acompañado al cine habrá visto con espanto y ganas de darme una colleja como a cualquier teenager que no sabe qué hacer con su cuerpo cambiante, ejem), no me gusta que me hagan daño por mucho que luego me prometan la felicidad máxima. Que no, coño. Que no creo en el s/m, el bondage, ni en la purificación por el dolor, ni en la santificación por el martirio. Que no crecí en el jesuitismo, letxes. Hay que considerar que la muy perra empezó a pasarme la punta de su delicado codo a toda velocidad por la mismísima columna vertebral, convertida así en un mecano sonoro y protestón, y que luego me soltó cuatro no papirotazos sino hostias profundas y directas con el antebrazo en ambos lados del cuello. Bueno, revolvíme en lo que me imagino que debe ser casi una ofensa, meneéme haciendo que mis riñones se negaran a continuar en semejante potro torquemádico, tapéme la cabeza con la toalla porque todos mis queridos compañeros jonkoneses y paisanos se descojonaban de mí a mandíbula batiente y empezaron a hacerme fotos de seis megapíxeles de resolución high tech y last generation, con el saludable objetivo de enseñar a la familia cómo protesta un maricón de España por unos apretones de nada. También hicieron videos, porque les causó paroxismo cuando lo de ‘perrrrrra’ lo dejé de pensar y lo empecé a gritar… Parece que alguien entendió el mensaje, oigan. La sujeto en que había concentrado en el espacio de cinco minutos todo el odio del que soy capaz rebajó su presión. Dejó de usar partes de su cuerpo especialmente desagradables como antebrazos y codos para ser estrellados contra mi débil y por aquel entonces totalmente enrojecido ser, y completó su masaje más suave en la cabeza, brazos, piernas, y finalmente pies, la parte más larga, en la que intentó de nuevo subir la presión, cosa de la que fue disuadida tras un alarido feroz. Se reía la graciosa niña de lo largo de mis pelos de las piernas, y como se aburría se dedicaba a hacerme trencitas la jodida. En general se refocilaban todas ellas del aspecto de los occidentales que allí estábamos, y es que a los chinos les debemos de parecer altamente patéticos. Todo el mundo confesó estar encantado con el masaje. Que les había hecho daño pero que se sentían suaves. A mí no me dolía nada, pero estaba agotado. De allí nos fuimos directamente a dormir.



La maravilla de masaje recibido fue posiblemente una idea poco recomendable para mi musculatura. Tal vez por haber sido una activitas interruptus y no poder completarse el acto con la debida pasión y profesionalidad, en cuanto llegué a la habitación y me puse a doblar sobre la cama las camisas para hacer la maleta para el regreso me dio un cierto dolor en las lumbares que me hizo sentarme. Mira qué bien el puuuuto masaje, oyes. Ya no podré decir que nunca me duele la espalda. Así que decidí consultar el correo electrónico. Al par de minutos me empezaron a doler las cervicales. Bien. De puta madre. Me imagino que el habitual terapeuta alternativo habría dicho que todo eso es por no saber sentarme ni colocarme. Veo que hacer la maleta va a ser largo. Y descubro además que mi necesidad de sueño va a tener una compañía fantástica: una nueva actividad cultural china que desgraciadamente no se desarrolla ni por mi gusto ni en mi habitación, sino, casualmente, en la de al lado. ¡¡¡UNA PARTIDA!!! Sí, señores, la timba se reúne me imagino que ilegalmente para jugarse los yuanes al mahjong o al póker o a lo que sea que juegan el dinero en este apartado rincón del mundo. Oigo a los participantes en tan interesante reunión entrar y salir de la habitación contigua. Reír. Beber. Mira qué bien. Acabo de hacer la maleta y apagar el ordenador entre pinchazos varios. Me meto a la cama. Afortunadamente, no parece dolerme nada más. Pero soy incapaz de dormir con el ruido. Pillo esta vez sí el China Daily. Tras leer en un artículo que España será el país al que los chinos dedicarán el año en 2007 (sangria celebrations, ja, qué gracia), que se celebrará a lo grande con el traslado del Guernica a un museo de Pekín (¿¿¿QUÉ??? ¡¡¡ESTO TENGO QUE LEERLO OTRA VEZ!!! Jaungoikoa! Sí que lo dice, sí, pero… ¡¡¡qué huevos!!!), y una noticia de impacto según la cual Internet en China no tiene más censura que cualquier país occidental (por un momento me entran tentaciones de levantarme e intentar entrar en manpics.com pero desisto ante la posibilidad de que me duela todo el cuerpo y que pueda aparecer la guarda roja en busca del capitalista lujurioso y pervertido en pleno acto onanista que en este caso hubiera sido casi un suicidio por descoyuntamiento autoinducido), me sumerjo en la lectura de un especial de impacto sobre la milenaria amistad entre el Irán de los Ayatollahs y la China de los comunistas con el que ya acabo de alucinar con la prensa del país escrita en inglés. Y ese ruido que no para. Si por lo menos estuvieran follando… Y en recepción que no me entienden una mierda… En fin. Recuerda a los estoicos, Goio. Nada exterior puede contigo. Estás en esta vida para culturizarte, ser un ser más libre. Crees en la condición humana, crees en ti. Sabes leer a Marco Aurelio sin acabar como Hannibal Lecter. Tienes aficiones, pero puedes renunciar a ellas y ser feliz con menos. ¿Qué da la HBO? Bruce Willis soltando mamporros y pisando cristales rotos sin rechistar. ¿No te digo qué buen momento para la ética?



Me pillo Asesinos sin rostro, y me leo 150 páginas de una tacada hasta que a las seis menos diez termina la timba y me duermo en dos patadas. Noventa minutos, pero menos da una piedra. Me despierta el señor Casio y estoy curiosamente lúcido y despierto. Me duele la espalda, pero poco. Viene un día muy largo. De cuarenta horas de duración para ser exactos.

Viaje realizado en febrero de 2006 (etapa iii de iv)